En la Revista de la Universidad de México, una crónica de un idilio morfinómano:
El efecto fue inmediato. Sentí los músculos de mi cara distendiéndose, la sonrisa que se formaba como por relajación, las extremidades súbitamente más ligeras. Era como estar en una cápsula de deprivación sensorial como las que inventara John C. Lilly. El dolor del hombro se me olvidó y la molestia que me había quedado en la rodilla se disipó al instante. La sensación me recordó un poco al sonido que hace una cafetera italiana cuando el café está listo: algo que se colma, una ebullición que culmina y satisface. Bienvenido a casa.